La rivalidad entre hermanos es un fenómeno muy frecuente, influenciado por las diferencias de edad, las diferencias de carácter y los intereses personales. Ello no significa que los padres no puedan hacer que se lleven bien. Esa rivalidad se explica por tres motivos principales:
- Atraer la atención de los padres, o al menos más de la que atrae el hermano, más aún si es un recién nacido, donde su búsqueda de atención puede llevarle a chuparse el dedo, beber del biberón o hacerse pipí encima.
- Tener “el poder” o control a través de la talla, la edad o el orden de llegada en los mayores, y ser más listo, atlético, guapo o cualquier otra ventaja en los pequeños. Si hay más de dos niños pueden formarse coaliciones entre el más pequeño y la más grande o entre chicos y chicas.
- Tener más cosas, ya sean bienes materiales o amistades, como medio para ganar el cariño y aprobación de papá y mamá.
Con el objetivo de fomentar una relación sana entre hermanos y mantener las disputas familiares a un nivel aceptable, os dejamos las siguientes recomendaciones 😉
Preparar la incorporación de un nuevo miembro. En general, cuanto menos tiempo se lleven los hermanos más difícil será el cambio. Si entre ellos hay tres años o más, el hermano mayor será más autosuficiente y estará acostumbrado a hacer actividades fuera de casa y tener algunas amistades. Pero cualquiera que sea la edad, su mundo va a cambiar cuando llegue el bebé. Para hacer la transición más llevadera:
- Háblale y hazle participar en los preparativos, que escuche el latido del corazón del bebé, que ayude a decorar su habitación y la fotografíe
- Pídele que te ayude en el cuidado del bebé, bajo supervisión
- Reserva tiempo para los hermanos mayores, planificando actividades con ellos a diario sin el nuevo hermano
- Planifica también actividades para ellos fuera de casa, como un grupo de juegos o un programa de salidas por la mañana
No hacer comparaciones entre los niños. Aunque las utilizamos para motivar o controlar a los más pequeños, suelen generar rivalidades y aumentan las batallas en la familia. Es más aconsejable elogiar de forma individual a cada niño, de forma que los demás entenderán que un comportamiento concreto es valorado por vosotros sin necesidad de sentirse menospreciados. Reconoce todos los éxitos, sean cuáles sean. Evitar: “¿Por qué no te sientas como lo hace tu hermana?” “Tu hermano ha sacado notables, ¿por qué no te esfuerzas más?” Utilizar: “Ana tus notas han mejorado. De bien en matemáticas has pasado a notable. Estoy orgullosa de ti. Tengo dos chicas que trabajan mucho y consiguen resultados excelentes”.
Evitar la trampa de la justicia. Aunque no se trata de tener favoritos, no tratamos por igual a un hijo y a otro. Hacer algo por un niño siempre que lo hagas por otro puede tener efectos negativos, es preferible establecer reglas y privilegios de acuerdo con la edad y los resultados que se quieran obtener: Lisa es dos años mayor que Julia y puede ir a dormir más tarde, Roberto recibió una recompensa por dejar de chuparse el dedo durante toda una tarde y los demás no recibieron ningún regalo porque no habían logrado un éxito tan maravilloso 🙂
Motivar los avances individuales: aunque sería más fácil, no insistas en que el más pequeño haga todo lo que hace el mayor. Tampoco des explicaciones ante reclamaciones como “No es justo que Sofía tenga zapatillas nuevas y yo no”, o te verás envuelta en discusiones sin fin que buscan obtener los mismos privilegios y atención.
Establecer reglas, de forma que sepan qué es aceptable y qué no, explicándole a los mayores que el más pequeño necesitará más tiempo para entenderlas y recompensando/elogiando cuando tengan una actitud paciente ante el bebé que le ha desordenado los juguetes o le ha manchado la ropa. Las reglas pueden estar en un cartel visible a todos: No se puede pegar o empujar a los hermanos, entrar en su habitación sin permiso, coger sus cosas sin preguntar. Se puede: tratar de resolver los problemas, pedir permiso, pedir ayuda a papá y mamá si fallan las demás alternativas. También se deben asignar de la misma forma las tareas en casa, que pueden ir rotando para fomentar la igualdad entre ellos.
Enseñar al niño a manejar los conflictos. Las reglas no son suficientes: deben adquirir habilidades para poder cumplirlas. Tú eres el mejor modelo para tus hijos, por tanto, revisa tus recursos a la hora de resolver conflictos y asegúrate de que estás dando el ejemplo que quieres que sigan. Para enseñar estrategias de resolución de problemas puedes utilizar el juego de roles, donde ellos hacen el papel de niño agresor y tú haces el papel de niño al que molestan mientras ve la tele o al que le quitan un juguete. Responde como quieres que ellos aprendan a hacerlo: no hacer caso, retirarse, negociar, compartir,… y después cambiad de papel para que practiquen lo enseñado.
Reforzar la cooperación. La idea es “pillarlos” cuando se portan bien, muestran cooperación y buena disponibilidad. Por tanto, cuando todo esté tranquilo, acércate y, si están viendo la tele sentadas tranquilamente en el sofá diles “Me encanta veros sentadas las dos juntas, viendo vuestros dibujos favoritos”. Si ordenan la cocina después de la cena, “Lo habéis ordenado todo muy bien, y como lo habéis hecho juntos ¡habéis tardado la mitad!”. O proporciona alguna recompensa: “Os voy a preparar un helado para cuando terminéis de jugar al Monopoly”. Los momentos de cooperación pueden registrarse para animarlos a batir su propio récord o ganar puntos para una sorpresa, como es una actividad divertida en familia.
Forzar soluciones constructivas. Las disputas que consideres “menores” deben ignorarse, ya que a menudo buscan llamar la atención. Sal de la habitación y si más tarde te piden que resuelvas el conflicto, dales tiempo para que encuentren su propia solución y se acostumbren a generar alternativas: “Mamá, Sonia no me deja sus rotuladores”, “¿Y tú qué puedes hacer al respecto?” Si no encuentran una solución, se les avisa de que vamos a contar hasta 30. Si la discusión continúa pasado ese tiempo, vamos a separarlos y sacarlos de la situación, de forma que todos los implicados van a pasar unos minutos (uno por año) en la silla de pensar en distintos lugares de la casa. Se trata a todos por igual dado que no han conseguido dar con una solución. En discusiones fuertes y comportamientos inaceptables (dar un puñetazo, romper juguetes, empujar,…) establecemos una consecuencia inmediata, donde puede incluirse la sobrecorrección a todos los implicados: el que rompa un juguete al hermano debe darle uno suyo, llevará a cabo tareas que corresponden al otro, hará tres buenas acciones por él, le pedirá disculpas,…
Fuente: “Portarse bien” S. Garber (Ed. Medici, 2007)