¿Cuántas veces al día discutes con tu hija por su mal comportamiento? ¿Cuánto tiempo dedicas a explicarle a tu hijo que debe portarse bien? ¿Discutís y siempre quiere “quedarse por encima” o “tener la última palabra”? ¿Le corresponde a él o a ti finalizar una discusión, incluso sin decir la última palabra?
En nuestra cultura tener la última palabra está muy valorado, y a menudo padres, madres e hijos dedican mucho tiempo y energía a conseguirla, pero ¿qué valor tiene realmente?
Como sabemos, en ocasiones no hacer nada también educa, otras nos conviene esperar a que cumplan la orden, y en otras incluso nos beneficia ignorar los comportamientos no peligrosos. Entonces…
Si has conseguido establecer una consecuencia ajustada a cada comportamiento
Y llevas a cabo las consecuencias avisadas en todas las ocasiones…
¿Por qué no regalar a tu hijo “la última palabra”? ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Deja una respuesta